II  (1950 – 1960)


La fragua

La pasión en el tiempo

Los trabajos y los días

Mar de otra luz

Soledad definitiva

Menor amigo

Miserere de Rouault

Joven Europa





LA FRAGUA


A martillazos lentos y seguros,

a golpes de sonido incandescente

exprimo el corazón, bato mi frente,

apuntalo la altura de mis muros.


Rojo ya de presentes y futuros,

ebrio de luz azul, de azul reciente,

me consumo desesperadamente

y caigo entre los sueños más oscuros.


Grito destellos sobre el llanto mudo,

entre las manos que me ordenan, grito,

grito el fuego partido de mis ojos.


Mi corazón está, pero desnudo,

mi frente se ha poblado de infinito,

la muerte no hallará más que despojos.



LA PASIÓN EN EL TIEMPO


Porque el tiempo se muere vanamente en la sangre,

porque estoy sin remedio pudriéndome las ansias,

acontece que pongo mi pasión en el tiempo.


Aquí tengo mis muertos al filo del espanto,

aquí vivo la idéntica náusea de los días,

aquí cierro una a una las heridas del mundo.


Aquí estoy en el tiempo, entre alas marchitas,

entre antiguos panales de cuarzo acumulado,

entre olas granadas con sabor a ceniza

que me rompen las venas para un alto dominio.


Vendrá cuando los puentes y el agua sean una

constelación seguida de espumosas barandas,

de arterias taladradas por un pétalo insomne

a cuya luz, creciendo, el polen de los siglos

la juventud perenne de la tierra, destina.


Vendrá cuando el dolor socave sus derribos,

cuando el hombre apaciente la sangre de la ira,

cuando el suelo acompase su voz a los relojes,

cuando el mundo, por dentro, ilumine su angustia.


Mientras tanto y a través de cielos sucesivos

canta la luz por barrios rumores albañiles,

restauran aire antiguo la voz de las estatuas

y arcángeles glaciales como espadas desnudas

acumulan incendios de rotas cabelleras.


A nuestros pies el mundo, girando y descubriendo

caminos y campanas con lágrimas al fondo.

Pero subo a los altos andamios de la aurora

por que el hombre despierte y edifique su llanto.


Por que cubra de alegre gravedad su destino

con la amarga madera de las cruces neutrales;

por que llene de puros resplandores mojados

la lámpara que enciende mi pasión en el hombre.


Con los crines dispuestas a oscuras rebeliones

cien caballos galopan mis venas ateridas

y desbocando noche me apacientan la sangre

que amanece en los bordes quemados de la tierra.


Ya los perros acechan su aullido largamente;

pero la paz reside detrás de cada herida,

de cada última gota, de la luz desangrada

por un puño vacío de terror y tiniebla.


Os doy mi corazón de harina incandescente,

con la sal, por el llanto de una rosa nocturna.

Y eterno, en la esperanza, su más alto destino:

a ser en vuestras manos el sitio de mi muerte.



LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS


Bajo un silencio de astros y luz deshabitada,

entre los poderosos imanes del vacío

decidiste tu sangre al surco y la plomada,

desórdenes florales poblaste de rocío.


Tu corazón sangrando los vivos pedernales,

los copos de la nieve, la luna de la trilla,

como un disco lluvioso de plumas y metales

esparce sobre el surco la luz de la semilla.


En ti crecen los yunques, las fraguas y los brazos

que entre azules ociosos al trabajo sujeta

la oscura simetría poblada de aletazos

socavando la honda soledad del planeta.


Poblada de aletazos contra el viento y la nada,

contra el caos desprendido de los ojos cerrados

para una eternidad de sombras, proyectada

toda una eternidad de muros levantados.


Pirámides del llanto, raíz de las cadenas,

amaneceres rotos, cárceles sumergidas

bajo un diluvio lento de años y de arenas,

bajo un claro silencio de piedras detenidas.


Permanecen tus manos; el sudor transparente

desde edades remotas acumula el destino.

Arrancas las raíces y se eleva tu frente

hacia siembra de andamios y hacia otro camino.


Instrumentando al viento rumores de colmena,

órganos del trabajo y vuelo de solsticios

alegremente lavas los paños de la pena

sobre la giratoria piedra de los oficios.


Fabricas con guitarras la eternidad del viento,

y la vida te alcanza con los senos desnudos;

bebes sus manantiales, construyes tus cimientos

sobre el floral desorden de los párpados mudos.


Apartando las manos ociosas, las sombrías

lobregueces del llanto, los aullados acechos,

recorres las fronteras del trabajo y los días

madrugando las risas y el olor de los lechos.


El acendrado grito del hierro y sus motores,

las máquinas que ordenas, las fábricas del vino,

la fragua de la sangre, sus rojos resplandores

aureolan tu frente, te hacen casi divino.


En el centro del mundo tu jardín y tu casa,

fructificado almendro de claros esponsales,

iluminan las gotas del sudor y la grasa

lloviendo sobre el rojo poder de los metales.


En el principio era .... Muro de sombras, muro,

desorden de los días y las constelaciones.

Y llegaron tus manos, eslabón del futuro,

levantando la tierra de alegres construcciones.


Claridad edificas sobre cualquier pantano,

piedra a piedra, subiendo, mas alto y mas profundo

que tú, raíz del vuelo sencillamente humano,

tú ordenas con tus manos toda la luz del mundo.



MAR DE OTRA LUZ


A las tripulaciones del "Zorro" y el "Zorrita",

con quién participé de su pan y de su vino, de

su angustia y de su libertad en lo que va de

tierra al Mar del Sol.

A Cristóbal Portabales, Patrón de pesca

porque, y arrecía su furia el temporal, me dijo:

"Un hombre, así en la tierra como en el mar,

está puesto para morir".



He vivido en la tierra los caminos del mar,

nacían con el puerto la nave y su destino;

todo era sueño entonces o todo era o nada,

y pasé, sin quererlo, desde el polvo a la ola.


Y surcaron mis venas profundos leviatanes,

estelas incendiando timoneles espumas,

cruzando así mi sangre gota a gota nevada

con la pálida aurora que ayer tal vez quisiera.


No basta tierra al hombre, camino y sepultura,

no basta no ser nada y ser para la muerte,

ser clamor de campanas sobre el luto del aire,

reiterar la materia funeral de la ola.


He dejado en la playa una huella, un silencio,

un adiós para el tiempo enteramente usado:

que cubran tus arenas su fecha sin memoria

para un cierto mañana que habrá de volver nunca.


Hacia el mar encamino mi violenta amargura

como barco perdido sin timón ni consuelo,

entre rojas tormenta y azuladas quietudes

hacia una madrugada de alas y aguas libres.


Quiero vivir tu ola arrasando mi frente

cuando, mar de la muerte o mar de la esperanza,

tus corolas iguales creciendo con mi sangre

se abran al silencio de las constelaciones.

Y naciendo, las Islas, soñadas soledades,

ansia pura de tallos con escamas recientes

que separan el agua amorosa que las cubre

hacia la luz, la ola, el sueño del destino.


Jóvenes maternales, regazos de esperanza,

veladoras angélicas de mortales cuidados:

sólo en vuestro ofrecer a más allá del cielo

seremos ascendiendo tiniebla y oleaje.


Lloran la flor, al pájaro, la luna y su balido,

al cordero en la noche entre espinas nevadas.

Nadie llora la isla, esa flor solitaria

que tembló para hundirse a la luz y el misterio.


Y después mar abierto resonando en la quilla,

viniendo con la ola tempranas libertades,

y la luz huele a peces, a pétalos marinos,

cuando inician los vientos la gravedad del mástil.


Viento del mar que enciendes acantiladas sombras

desgarrando el latido vibrante de las jarcias,

y un dolor en las sienes de velas y naufragios,

y una triste madera que flota para nadie.


Vientos del mar llevadme a playas silenciosas,

donde acaba la ola sus altos desarrollos,

donde habite el olvido, dónde una muerte quiera,

tabla de qué navío, tal vez nada, dejarme.


O de ti naufragado, con los ojos abiertos

que reflejan los peces del temor persuadido

voy flotando en el verde fervor de las mareas:

y es vana mi esperanza si hay solo un rumbo cierto.


Como el mástil que surca alegre de borrascas

las tinieblas aullando largamente en la proa,

vibro con las gaviotas que vienen desde el cielo

como gotas de luna, a posarse en cubierta.


Cerraron la escotilla. Aún amor de tierra

flotando con el árbol y el miedo del abismo,

cuando huyen las ratas al fondo del espanto

con la ola que avanza fugitiva y remota.


Brillantes redes duermen la sal de las mareas

y los peces conservan las escamas del sueño;

llueve a mares perdidos por la noche y el alma

y se oye en los dientes la sed de los ahogados.


Ni una cruz, ni una vela; que la nada te salve:

el mar jamás engaña la soledad del hombre,

y los peces ya dicen que dijeron las aves

lo que llora en secreto la canción del ahogado.


Estoy tocando el fondo de los barcos que se pudren

bajo un lento diluvio de años y de arenas

y una nube de peces girando sus costados

y después una espina de silencio gigante.


Rota nave de ayer, doliente nave a solas:

¿se irá la mar contigo pudriendo su oleaje?

¿volverás al misterio que invadiera tu estela

con más puros cuidados, con idénticas ansias?


¿Te llevarás la ola fundida con tu llanto?


¿Es difícil la vida donde empieza el silencio?


Dí verde o mar azul ¿te irás tú con tu muerte

rodando y sucediendo mi destrucción amarga?


Que diga el marinero la canción del destino,

el salmo fervoroso de tus profundidades.

Ya si voy a la vida, mi mano no pregunta:

construye en tu silencio la soledad del mástil.



SOLEDAD DEFINITIVA


Estoy bajo la noche y mi camino

desde un costado ando a otro costado;

me elevo hacia la orilla de las sienes

y lenta, lentamente, con mi sangre.


Avanzo realizándome en la noche

tan solitariamente compañero

que no sé si voy solo o va conmigo

la luz con que te busco hasta encontrarme.

Atravieso los muros de la niebla

a grupas de la voz y la noticia

dedicado en el grito, humanamente,

al cauce generoso de las manos.


Y sigo yo. Tan solo mansos bueyes

me traen rumor de lluvia y amapola

aquí, donde me hallo establecido

a esperar los alientos, mientras ando.


Andando sangre y su marea viva

llevo mi luz conmigo a sus honduras,

llevo mi luz conmigo, por si hallo

la tentación del sueño naufragada.


Yo sé que alguna vez vivió a mi lado,

que alguna vez perpetua rebeldía

constelaba los cuerpos, incendiaban

eternidad de muros nuestras manos.


Avanzo la ciudad. Aquí no hay aire,

aquí la noche cubre, no florece

la pasión verdadera de su estado,

y desaloja eternidad del hombre.


Paso fluviales sombras, cruzo llantos,

piso hierba crecida de otros cuerpos

y entro, tierra adentro, hasta las venas

que desataron vida y sepultura.


Palidezco de luz y escalofrío

en soledad de hombre, y poco a poco

se acrecienta el sabor de la ceniza

amordazando gritos y destellos.


Y me consumo, yo, que apago sombras,

que avanzo noche irremediablemente,

y me consumo, hombre, hermano mío,

alimentando ansia de encontrarte.



MENOR AMIGO


Mientras hundo mis sueños en la noche del mundo,

mientras voy desgarrado llorando soledades,

mientras duermen las alas por cuyo vuelo sangro

precipitando días insomnes al destierro,


mientras clavan mis dientes las manos del vacío

escalando fugaces espejos constelados,

mientras voy cómo el ángel humanamente herido

esparciendo en la sombra palabras y cenizas,


entre espinas crecientes de rosas materiales

entierro el resplandor de mi antigua pureza.


Desesperadamente tendidas hacia el cielo,

con el llanto desnudo sobre el haz de mis manos,

limitando la noche mi ventana en la tierra,

se consume mi tiempo, juventud, diariamente.


Tú heredero has de ser de todos los dominios

que cercaron mis venas con su nieve quemada

y subirás mas alto que mi vuelo primero

hecho con la esperanza posible de las cumbres.


Vinculado a los hombres para darles su angustia,

un pedazo candente de silencio mojado,

una alegre semilla en la red del vacío,

un poder entrañable, solitario e inmenso,


iniciarás los signos de las puras regiones,

tú la culpa del juez y el llanto del castigo,

ternura del que odia y labios del sediento,

abiertamente puro manantial de agua clara

resbalando la arcilla que habrá de consumirte.


Eres tú mi elegido, libre cuarzo sonoro,

porque estás donde nacen la luz y los caminos,

porque llevas alegre la cruz del mundo nuevo,

porque seré entre sueños y sombras derribadas,

relámpago apagado de tu entusiasmo un día.



MISERERE DE ROUAULT


Un borbotón de vientres oscuros, hacinados,

ruinas que apuntalan las ansias y las dudas,

las manos engendrando el fervor de los pecados,

crepitando de asfixia las gargantas desnudas.


Túneles recorridos por los largos sollozos,

quietudes delirantes de insomnios y de excesos,

el agua encenagada del cielo, de los pozos,

sobre la sed, la sangre, la angustia de los besos.


Esos senos usados por la cal excitante

de los dientes en celo, sonrisas agrietadas,

hambrientas frialdades del vicio y del diamante,

caricias de ceniza por las blusas ajadas.


Agónico destierro del rayo y de la herida,

sangrientas multitudes de cadáveres vanos,

un incendio de huesos donde se hunde la vida

y supuran las llagas de los ocios humanos.


Corpóreos manantiales de náusea y podredumbre

donde habitan potentes imanes dolorosos

que dilatan las venas, los ojos, la costumbre

nerviosa de los gritos helados, poderosos.


Verdugas letanías de hachas y de voces,

negros soles vivientes del ojo atormentado,

las ventanas que siegan el brillo de las hoces

y el árbol que amanece sin flores, desgajado.


Desconsoladas calles, interminables cruces

sobre el hombre desnudo, pesando sobre el pecho,

horizontales gritos, enmudecidas luces

y el eco en la tiniebla a pedazos, deshecho.


Los suplicantes huyen la cólera, el esperma,

huyen congojas, sombras del edificio humano,

acompañan terrores, tienen el alma yerma,

tienen voracidades nocturnas de gusano.


Vividoras espinas del llanto y la amargura

aullando en la carne, en la sangre, en los nervios.

Aquí nos enterramos pudriendo la hermosura

los buenos, los impuros, los jueces, los soberbios.


Donde la luz sostiene las alas vigilantes

y la esperanza brota el cielo junto,

allí la muerte ata después de cada antes,

antes lágrima, grito, para después, difunto.


Caer en carne viva, caer sin más consuelo

que caer y pudrirnos y caer sin reposo,

y caer estallando un cielo y otro cielo,

caer desamparados a un sueño pavoroso.


Es la muerte que estalla en la mano, en la frente,

grabando en cada hueso sus bellas incisiones,

rompiéndonos, gritando desesperadamente

hacia el espanto mudo de las constelaciones.



JOVEN EUROPA


Siento que arden mis manos con sílabas, con sangre,

cuando toco tu piel mojada de silencio,

cuando miro la sombra de tus párpados fríos,

cuando oigo tu paso hundiéndose en la angustia.


Hilo a hilo abandonas la ley y su madera,

la luz y las alondras, los imanes celestes,

las verdades que nacen como islas soñadas,

las hondas sepulturas alrededor del llanto.


Te siento sumergida por las olas del luto,

con dolor de semilla que se pudre sin nadie,

desangrando campanas fulgores sin sonido

desde la sal sedienta del último naufragio.


Te siento juventud, andando entre tus muertos,

buscando con un triste fulgor de dulce olivo,

por los barrios sin luna, y lágrima por lágrima,

de silencio en silencio, por las calles de Europa,

la paz de primavera que se anunció en tu sangre.


La casa de la nieve tiene sangre a su puerta;

es de sangre nevada la hoja del abeto,

y, ávidamente triste, un tulipán de sangre

vuelve al aire el aroma de todas tus heridas.


Una carta con llanto golpea en los balkanes

la puerta de las madres que dieron a la noche

su corazón sin sueño, su ramo de esperanza.


Desconsoladamente, tu carne perdurable,

juventud de germano ademán, entre la niebla,

de uno a otro enemigo, sumerge su entusiasmo

con la luz de los dioses, ya de velar cansada.


En saint germain des prés una gota de sangre

copula con el verde bordón de la guitarra,

y al fondo, residual, amarga, la promesa,

la morada ceniza del cansancio existiendo.


A través de las venas que en el telar la anciana

anuda con los dedos cortados de varsovia

tejiendo y afirmando las cruces de dunkerke,

de dublin a messina, desde oslo al garona,

de palermo a las cumbres nevadas de tubinga,


está sin tu asistencia, desfalleciendo Europa.


Y ella, confiada, la madre del destino,

recoge sus fulgores penosamente hilados

y espera tu llegada junto al telar en sombra

para llenar sus lámparas del entusiasmo nuevo.


....................................


¿ O eres tú el cumplimiento, su terrible sollozo,

del final elegido sagrada y justa herida?


¿Tienes tú preparado su fatal desenlace

como un acontecer para darse a lo puro?


¿Y no vuelve hacia ti su velada esperanza?

¿No están volando acaso, guidas persuasiones

sobre el dolor mojado del destino cubriéndote?


Césala de morir. Oye su voz desnuda,

rondando en el silencio azul de la memoria,

buscando, alimentando el centro de tu sueño

porque en ella tu sangre y tu fe tendrán sentido.

Poesías