III (1955 – 1965)
Ira de veinte años
Ya sabéis ...
Duerme que duermo contigo ...
Miedo. De mi ...
IRA DE VEINTE AÑOS
Te acechan.
Cima. Cumbre. ¡Alto!
Centinela único:
el rebelde.
Ardiente testigo incesantemente preparado.
sobre qué rama posar el desamparo de tu grito.
Acumulados llantos, materia, nubes
el perro que alucina la noche
que muerde los ojos y corre aullando
la humildad espectral de los mendigos.
Sobre tu frente se amontonan las injusticias
sobre tu frente se aplastan los cielos
poblados de humo y condiciones,
se extiende como una ola lunar
bajo tu pecho
entre tus manos
y tus pies mueven la tierra radicalmente.
El rostro del hombre como una flor hambrienta.
Yérguete. Renuncia.
Tu mano generosa.
Torres de adolescencia, poderosas.
Nardo tu sexo y amargura tibia
cardos sobre la luz silenciosa,
lloras con rumor de papeles violados.
Un vuelo, una herida, un violento hachazo
la ira de veinte años que acumularon
dulcísima materia
gota a gota, las sienes.
Como un ángel pudriéndose, loco, errante
por los corredores de la tiniebla.
YA SABÉIS....
Ya sabéis.
La luz de los ojos muertos.
Si el niño cae en la vida,
si cae el hombre en el tiempo
--sombra que yo dije nunca
ahora permaneciendo--
ya sabéis:
cráteres, fulgor desnudo,
funeral del viento eterno
con aquella luz del día
de ayer, con que estoy viviendo
los sueños que no soñaron,
palabras que no dijeron
fuego son
mi llanto o sangre
con la furia de esos sueños
que ya soñé no sé cuando,
a mano de qué silencio.
Si digo una luz vacía
¡sabéis a que me refiero?
DUERME, QUE DUERMO CONTIGO, ...
Duerme, que duermo contigo,
hilando sueño a tu sueño,
germinal de oscura nieve,
sombra de nueve silencios.
Tiembla la estancia sombría
a la honda luz de un lamento
y dentro, en rojos cantiles
nueva roca, estoy creciendo.
Siete rayos augurales
y el mar resonando a muerto.
Suéñame aún que en la sombra
aúllan sangre los perros.
Llévame. Que venga el alba.
Espinas nevadas quiero:
los zarzales de la noche
coronan gritos del viento.
Sígueme soñando, madre,
clávame en la cruz del tiempo;
gire el mundo en tu regazo,
brice tu dolor mi sueño.
Ábreme tus manantiales
que mientras te estoy bebiendo
habrán de herirme el costado
con una piedra de fuego.
Espera. Suéñame aún.
Ciérrale la vida al viento;
pásame la luz vacía
que va de un sueño a otro sueño.
Ay, madre, no sé, que ha sido
así como yo no quiero.
MIEDO. DE MI ...
Miedo. De mi. Quererme
a lo lejos, lo más alto,
esperando, mar inmensa,
el riesgo de mi naufragio.
Miedo, si. De tu cuerpo,
diciendo no a la esperanza
enferma nuestro deseo,
palabra vibrando alta.
Miedo. De ti.
Tú y yo, final de selva
ríos de sangre persuadida,
labios de veneno brillante
sobre labios que se besan
separados. Miedo, sí.
Miedo que tiembla
temblando de futuro. al futuro del sol
porque el sol está naciendo.
Miedo de ti. De mí.
El miedo dulce de querernos
huyendo de otra promesa
que no seamos tu y yo.
Miedo de toda luz.
Abrazados a la sombra,
del llanto que no nos quiere
juntos.
Miedo del árbol que dice.
Miedo. Por ti. Cuando llegas
De las arañas brillantes
con esas patas de luz
que intentan aprisionarte.
Miedo. Por ti.
Miedo de Dios y del mundo.
Miedo de todo y de nada.
Estrellas que brillan juntas,
mueren de luz separadas.
Miedo de las ruedas
que deslizan, hacia ti, su curva.
Miedo de la acera,
de los tejados sueltos por el viento.