V (1945 – 1985)


Lázaro fui …

Mi corazón en tu mano

La noche persuadida

Niño aún

Poderío de la tierra

Carlos

Ciudad del libre tiempo recordada …

Suceso




LÁZARO FUI ....



                          Al Dr. José Reboredo Casas,

                          que me libró de una muerte


Lázaro fui: Oscura llama hundida

llevada por tu mano a la esperanza,

milagro de un destino que se lanza

a prolongar el vuelo de su vida.


Lázaro soy: Mi suerte repetida,

entre sombra y destello, ya no alcanza

a renovar el pan de su mudanza

para dar a mi muerte propia vida.


Seré Lázaro al fin, cansado y triste,

con una doble muerte en que se trunca

la angustia cegadora del desierto.


Y sin estar viviendo cuánto existe,

solo nada seré para ser nunca

un vivir que se acaba en estar muerto.




MI CORAZÓN EN TU MANO



A Virgilio Novoa Gil del que por años

fui escudero en su locura.



Como un volcán de heridas mi corazón reciente

recientemente abierto al sol de su ejercicio

quemándose, me arde las venas de la frente,

incendia mi edificio.

Incendia mi edificio, me agranda y me propaga

de todas mis pasiones a mi pasión primera;

ando contra corriente, y no sé que yo haga

de esta mortal hoguera.


Merodea mi huerto, acecha los rincones,

persigue y pace vida, la asusta como a cierva,

y en el sangriento surco de sus persecuciones

crece la mala hierba.


Me da un peso con alas que están llorando vuelo,

me da un fulgor callado de alas y de olas;

a veces, con las alas, me arrastro por el suelo.

No me da vuelo a solas.


Si me miro por dentro, si pregunto levanto

una viva marea de hondos y altos rumores;

y no sé si me empuja para romperme en llanto

o desgarrarme en fulgores.


Corazón que me llena, que se llena de un río

donde floto como una botella y un mensaje

que se perdió entre sombras; lo derramó, sombrío,

la sangre y su oleaje.


Por más que hago memoria y más me desespero,

por más que busco no hallo indicios de su estela;

y a pesar de que todo lo miro y considero

ya nada me consuela.


Mi juventud encuentro y es una sepultura

sobre un mar de esperanzas y esperanzas marchitas:

desaliento de cumbres, de luz y de hermosura

y de cartas escritas.


Las hondas madrugadas de los llantos perdidos,

los viajes por selvas de luz y mariposas,

y las ansias, las ansias de los relojes idos,

marchitas como rosas.


El jardín y la fuente y la estatua desnuda,

el beso aquel tan dulce, tan largo, tan sencillo;

y la luna de entonces, tan vagorosa y muda,

amanecen si brillo.


Mi juventud varada. Y están sus velas rotas;

las hojas de su otoño muertas, pisoteadas,

y de aquellas tristezas profundas y remotas

apenas queda nada.


Al corazón de entonces quiero girar mi vida,

quiero vivir la ociosa virtud de los planetas:

constantes, clamorosas, hacia el hombre encendidas

inmensidades quietas.


Habituarme al mundo, hermanarme con todo

para un clamor de olas, de alas y de manos.

Dejar de sumergirme y no averiguar modo

que aumente y dé poder a los gusanos.


Así es mi corazón. Así fue; así lo quiero,

compañero del tuyo y única la herida;

tu corazón y el mío, un sólo pasajero

por tu vida y mi vida.



LA NOCHE PERSUADIDA


Era como nosotros, y sin embargo a todos

desdecía en fervores de huesos sobre luna

por la otra luz, sencilla, del lado verdadero.


Como la luz del astro, desde su alto dominio

se preparaba justo para todo entusiasmo,

confiando a las alas su gravedad alegre.


Estaba con nosotros, y sin embargo era

como el dardo que arraiga dulcemente en el vuelo,

ofreciendo a la vida su calidad más pura.


Al dolor de ser vivo, sin cesar acosado,

sin cesar en destierro, su corazón unía,

e iba dándose libre, y era el gozo de darse.


¿Qué silencio ejemplar sobre su llanto hubo

cuando, huésped herido de la desesperanza,

apoyó su cabeza en la angustia del sueño!


Mas, ¡qué clamor celeste, cuando otra vez desnudo,

cuando sobre el vacío, cuando todo entregado,

descubrió los primeros chispazos de luz nueva!




NIÑO AUN


No he secado aún el llanto de mis ojos

aún estoy contigo;

me siento en tu regazo como entonces.

Me veo recogiéndote a manojos

los cabellos del rezo y no consigo

apartar de su plata tristes bronces.


Aún estás junto a mí, aún tengo el fruto

de aquel niño que fui con tanta luna,

tanta escarcha temprana,

que rodea, te habla, pero en luto

como en luto el limón, pero ninguna

como a luto me sabe la manzana.


Estoy en la plazuela como un juego

tuyo y mío, asomado a la ventana;

corro, salto, me buscas y te llego

desde mi edad primera.


Aún estoy, como entonces, en la acera.

Tú pendiente a mis pasos,

aún me llamas y vuelvo a la carrera,

aún me vuelvo contigo a aquellos casos.


Aún estás presente: y me veía

tu ceguera temblando, y me llamaba

el carruaje aquel que más corría,

que siempre me cogía y me dejaba;

y la acera insegura,

y la calle mil veces sepultura

entre cuyo temblor resucitaba.


Deja correr mi llanto y mi consuelo.

Mírame como entonces, como era

pequeño entre tus brazos.

Le queda a la tristeza de aquel vuelo

que me enseñaste tú por vez primera

la renovada luz de tus regazos.


Niño aún de tus días, me he quedado

con tu ausencia dormido,

cansado de llorarme para verte.

Y aún más desamparado,

aquel antiguo mundo que he perdido

quiero darlo al cuidado de tu muerte.



PODERIO DE LA TIERRA


Quizá mis lentos ojos no verán más el sur …”

L. Cernuda



                    ¡Airiños, airiños aires,

                    airiños da miña terra,

                    airiños, airiños aires,

                    airiños, levaime a ela!



Soñaba cuando niño, quizás mis lentos ojos

sobre la estela transitoria de las naves,

como una flecha silbadora y alígera

pasaba el horizonte y su distancia esperándome,

detrás de la fantástica orilla de mi sueño,

entre las calles nuevas de ciudades sin nombre

detenidas tan solo por el muro lentísimo del mar.


Un mar solamente, un mar como cobre derretido,

estercolero azul para tanta miseria

que ronda las trémulas cabañas;

un mar en que se hundan para siempre

las dentelladas secas de los años sin lluvia

y los bueyes que mueren repentinos

con un ojo mirando dulcemente

hacia los campos del crepúsculo.


¡Quién podrá separarme la distancia,

el lento surco de la mirada sin fondo?

¿quién para hundirme heroico

en el resplandor purísimo de un eterno naufragio,

esta música espléndida de mi sueño primero?


Entonces ....

Cerca de mí aúlla el perro de la aldea

lamiendo la dulce herida de mis sienes,

heredero del aire que abandono.


Entonces ...

Campanas, lloviznando como un viento de plumas,

y tú, mujer, tendida sobre el follaje húmedo

que cruje a mi deseo. Tentadora,

te levantas en el río de mi sangre

rastreando la huella de los besos.


Entonces ...

Mi adiós será un pañuelo blanco,

como rueda de manos huyendo lentamente

en la espuma suavísima de un agua sin retorno.


Y tras de mí se cerrará la puerta.

Y dentro, aprisionada, se quedará mi sombra,

y las lágrimas inundarán los últimos

rincones de la casa.


Y yo recordaré que allá

donde la luz es pálida promesa,

fulgor suavísimo de arcilla detenida,

fue tu carne mi vida, madre mía.

Porque tú me buscarás en el eco de mis pasos,

en la huella del aire que dio mi último beso.

Me buscarás en tus ojos cansados, doloridos,

y la ceniza apagada será como mi nombre.


Porque yo seré, no corteza ceniza, madre mía,

polvo oscuro milagrosamente detenido

por una tupida cerca de nervios y de sangre,

allá donde comienza

la ternura indefinida del retorno primero.


Y he de volver, amadas cumbres, encinas solitarias,

lentos arroyos, bosques diamantinos,

quejas de amor para mis pies desnudos.


Cuando allá alimentando un retorno cada día,

clavado por la sangre heridora de los sueños,

coléricos mis brazos batan el hierro vivo,

pasaréis por mis ojos suavemente,

lejanas transparencias, amorosos naufragios,

rumores prolongados en círculos crecientes

que estallan la corteza de mi sueño primero.



CARLOS BARRAL


Carlos:


Entre redes de espanto, sobre ácidos cristales,

entre luz invasora de azar y compromiso,

por un óxido dulce de trenes en destierro

y un alto desarrollo de manos, de actitudes,

por una sed sin término, apenas contenido

en mi abrazo maduro,

con el alma dispuesta a una misma maniobra,

te alejaste entre sombras y derribos celestes.


Y yo, permanecido, bajo una honda capa de silencio,

ajado el corazón por libres esperanzas

que me ausentan maduras, sangrantes, clamorosas,

para usos y designios y voz, indescifrables.


Pero es verdad la herida y tu y yo conocemos

del hierro apasionado la fatal mordedura,

los bosques imposibles y el alma a la intemperie.


Y tu y yo conocemos las garras de la angustia

que hostiles a las rosas y a las aguas yacentes

nos resbalan la lenta claridad de la sangre

tejiendo las dulzuras y deshilando venas.


Nos esperan urgentes distintas soledades

donde llamas embisten la verdad sin testigo

los húmedos rincones del terror revelado

y el ángel carboniza sus alas tiernamente.


Ahora que cae la noche y asfixia golpeando

el posible delito de unos peces insomnes,

ahora que se adelantan los muros del sonido

y corren las almohadas un desenlace atónito;

ahora que doy mi mano para una larga ausencia,

ahora que por la frente, los espejos y el sótano

yerra el sudor del frío,

precisamente ahora,

nos esperan urgentes distintas soledades.


En el sótano cabe y nos cabe en el vaso y en la roja pupila

la cintura enlazada como tibia serpiente,

y la garganta llena de llanto y de ceniza

y el interno cadáver que levanta hecho añicos

el aullado presagio de toda certidumbre.


Deslizábase, verde, sobre el ascua del vino

la cópula del negro bordón de las guitarras.


En el sótano cabe y nos cabe en la mano

una ira estallada por coléricos potros

que galopan ardientes corredores de lava

con las crines dispuestas a oscuras rebeliones.


Deslizábase, verde, sobre el ascua del vino

la cópula del negro bordón de las guitarras.


No tenemos el alba de elección decisiva.

Dependemos por años del interno cadáver.

Esta era la angustia.



CIUDAD DEL LIBRE TIEMPO RECORDADA ....


CIUDAD del libre tiempo recordada

estos que han sido como muertos años

Vuestras recientes amistades

y os pedí silencio de uno en uno

(aquí donde enterré a mi hermana)

Penetra aguda en mi oído

cruza como un galope de llamas por mis ojos,

y a mis manos se arrolla

la húmeda material del recuerdo.


Semillas dolorosas que surgiréis un día

Lebreles que alucinan perseguidos

las antiguas promesas a que nos destinamos.


Éramos el puro nacimiento de la aurora,

los ángeles del cerro matutino,

endureciendo la primera luz del mundo.


Temprano creció el hacha en nuestros corazones

temprano y más profundo que la raíz del alma

nosotros, prematuros y jóvenes mortales

espigas desgranadas de sangre y de ceniza.


Sois hijos de la arcilla golpeada

por una prolongada queja de vacío.


Os sorprendió la vida de repente

en una encrucijada clandestina,

os acecharon los ojos, acechaban

a vuestras manos libres.


Arcilla incandescente que prorrumpe alba

de ser al corazón desde aquí limitado

por calles, muros, rejas, estatuas; y aún

y hacia lo alto

meteoro en carne azul.



SUCESO


Mi cuerpo se ha poblado del llanto mas sombrío.

Todo el dolor del mundo se apoya en esta almohada:

la explosión de la mina, el grito del andamio,

la helada mordedura del metal y la fiebre,

las grietas de la piel, la carne viva

del vidrio y de los altos hornos.


Empapa la sangre sus cabellos, coagula

su alboroto de ramas impacientes

y siento mi sangre agrupada en la nuca.


Estalla entre sus labios un volcán de silencio

y mis labios se cierran como un fruto delirante.


Sus heridas abiertas han manado la sangre

de todas mis heridas.


Aquí, sobre este cuarto, flota un denso escalofrío,

flota el dolor prematuro de los relojes parados,

flotan las espirales de una angustia repetida.


Aquí, sobre este cuerpo cae, circula mi llanto.


Sus ojos apagados, raíces de tiniebla,

me arrastran a los vértigos, al saludo decisivo,

a una muerte, cualquiera, que ha estallado en su cuerpo,

que ha soltado sus manos a edificar el grito,

el horror de la súplica en el último instante.


El suceso se repite como un anuncio desesperado:

todos los labios callan por estos labios,

y toda la luz sangra por la tiniebla de estos ojos.


Cae sobre la tierra su corazón, su garra silenciosa,

y se queda su cuerpo, aquí, junto a mi cuerpo

como una piedra madura, como

un nido abandonado.

 

Poesías